martes, 1 de julio de 2008

EL ESCAPULARIO DE LA VIRGEN DEL CARMEN-CAPITULO VI


En este número, publicamos el artículo que el Padre Carmelita Miguel Ángel de la Madre de Dios nos ha remitido desde Madrid en el que trata sobre la espiritualidad y devoción a la Virgen del Carmen y al Santo Escapulario.

La Espiritualidad mariana del Carmelo

La Virgen María y la actualidad del Santo Escapulario

En las apariciones de la Virgen más destacadas y aprobadas por la Santa Iglesia como son las acontecidas tanto en Lourdes como en Fátima se ha tratado del rosario y del escapulario, dos devociones que, bien practicadas, nos conducen hacia el conocimiento del amor de la Madre de Dios y Madre nuestra, la Virgen María, con el fin de entregarnos a una más intensa vida cristiana, en la que la práctica frecuente y fervorosa de los sacramentos nos sirva de estímulo en la práctica de la caridad.

Recordemos que, en Lourdes la última aparición de la Inmaculada Madre de Dios es el día de Nuestra Señora la Virgen del Carmen, cuando Santa Bernardita la vio “más hermosa que nunca”, según su propio testimonio.

También la hermana Lucía de Jesús, Carmelita Descalza, nos dice que el escapulario era parte del mensaje de Fátima. Y el Papa Pío XII confirmó esta idea diciendo que el escapulario de los carmelitas es el signo de consagración a la Virgen.

El escapulario nos muestra a la Virgen gloriosa y a la vez cercana, con sus ojos fijos en los nuestros, hacia abajo, en actitud cercana y maternal. Así está representada la Virgen en la iconografía carmelitana, con esas características de Reina y Madre que mira a la humanidad desolada con el fin de que ésta mire al cielo y no se sumerja en el olvido de Dios.

Sta. Teresa de Jesús, en una visión del Padre eterno, escuchó estas palabras: “Yo te di a mi hijo y al Espíritu Santo y a esta Virgen. ¿Qué me puedes dar tú a mi?” En Santa Teresa, se nos han dicho a nosotros estas mismas palabras con el fin de que imitando a esta Santa de nuestra España, nos demos cuenta del amor de predilección que la Madre de Dios nos tiene.

Como de bien nacidos es ser agradecidos, nosotros, lo que debemos hacer es llevar con dignidad y elegancia espiritual el signo de la Virgen sobre nuestro pecho, como signo de su protección y como recordatorio que nos anime a la imitación de sus virtudes, con el fin de que lleguemos a la perfección de la caridad, del amor de Dios y del prójimo.

Quien viste este vestido precioso, debe tender hacia la santidad, sabiendo que tiene en la Virgen María no sólo el modelo más alto del todas las virtudes cristianas, sino también la compañía más eficaz de la mejor de las madres que vela por sus hijos, pues Ella es la Madre que acompaña nuestro camino de vida espiritual para que lleguemos, de su mano, "hasta la cima del Monte de la perfección que es Cristo".

Quien lleva sobre su corazón esta librea, está sanamente obligado a manifestar en su vida la presencia viva de la Madre, presencia que imprime carácter de hondura espiritual.

Pinceladas de una historia de amor de predilección
El lugar

Es el Monte Carmelo de la Tierra Santa, un promontorio de unos quinientos metros de altura, un monte calizo, denominado “viña fértil ó bello jardín de árboles de cuya belleza hace gala la Sagrada Escritura. Es una fértil montaña en la que los cruzados del siglo XI edificaron una capilla en honor de la Virgen María en el Monte Carmelo.

En el libro primero de los Reyes, en el Antiguo Testamento se narra la historia del Profeta Elías, celoso por la gloria del Señor Dios de los ejércitos que vivió en el Monte Carmelo y bajo cuyo espíritu quisieron vivir los cruzados del medievo.

En el libro primero de los Reyes (18,41-46), leemos que después de tres años de sequía, el profeta realizó un prodigio, en medio del cual aparece “La Nubecilla”, prefiguración de La Virgen que surgió en el Carmelo como aurora de esperanza y felicidad, derramando favores sobre las tierras y hombres del Carmelo con la lluvia de la gracia divina para la Iglesia de Dios.
En el libro de la Institución de los Primeros Monjes, que contiene la doctrina fundamental del espíritu del Carmelo, se narra cómo los carmelitas vieron en la nubecilla la imagen de la Virgen: pura, leve (sin pecado), virgen y madre. Después, la nubecilla se asocia al escapulario, signo de la mirada misericordiosa de la Virgen María.

Un peregrino de principios del siglo XIII nos habla de una "muy bella y pequeña iglesia de nuestra Señora, de los ermitaños latinos, llamados "Hermanos del Carmelo". Estos ermitaños del Monte Carmelo querían dedicarse por entero a vivir en obsequio de Jesucristo bajo la mirada amorosa de la Virgen Madre. El título “Hermanos de la Virgen María del Monte Carmelo" es signo de familiaridad e intimidad con la Virgen, signo de total consagración a la Virgen María, como lo reconoce un antiguo texto legislativo del Capítulo de Montpellier, celebrado en 1287: "Imploramos la intercesión de la gloriosa Virgen María, Madre de Jesús, en cuyo obsequio y honor fue fundada nuestra religión del Monte Carmelo"

Entrega del escapulario

Fue San Simón Stock un fraile inglés, sexto general de la Orden del Carmelo que en tiempo de persecución y zozobra, cuando el barco del Carmelo amenazaba con hundirse, oró fervientemente con la oración compuesta por él: “flos carmeli”:
Flor del Carmelo,
viña florida,
esplendor del cielo,
Virgen singular.
Oh Madre tierna,
mujer sin mancilla,
a los carmelitas proteja tu nombre,
estrella del mar.

La Virgen escucha sus ruegos y le da un signo de su protección: privilegio de amor, de defensa, fuente de favores y espejo de virtudes, Santo Escapulario.

Recomendado encarecidamente por la Iglesia

Este reconocimiento ha sido acreditado, ante todo, por los últimos pontífices de la santa Iglesia, por ejemplo, citemos la carta memorable de S.S. El Papa Pío XII, que en el año 1950 a los 700 años de la entrega del Santo Escapulario a San Simón regaló a los fieles tan preciado documento.

El Siervo de Dios Juan Pablo II, en el 750 aniversario del Escapulario, escribió una bella carta en la que hace ver el tierno amor que a la Virgen profesaba, siendo él devoto y fiel portador del Escapulario desde su juventud, por verse inclinado hacia la vocación carmelitana. De esta carta entresacamos algunos párrafos, en los que se nos dice que quien lleva el escapulario debe tener “una tal actitud contemplativa de la mente y del corazón que lleva a admirar la experiencia de fe y de amor de la Virgen, que ya vive en sí cuanto todo fiel desea y espera realizar en el misterio de Cristo y de la Iglesia (cfr Sacrosanctum Concilium, 103; Lumen gentium, 53). Justamente por esto, los carmelitas y las carmelitas han elegido a María como su Patrona y Madre espiritual y la tienen siempre ante los ojos del corazón, la Virgen Purísima que guía a todos al perfecto conocimiento e imitación de Cristo.

Florece así una intimidad de relaciones espirituales que incrementan cada vez más la comunión con Cristo y con María. Para los Miembros de la Familia Carmelitana, María, la Virgen Madre de Dios y de los hombres, no es sólo un modelo para imitar, sino también una dulce presencia de Madre y Hermana en la cual confiar. Con acierto santa Teresa de Jesús exhortaba: "Imitad a María y considerad qué tal debe ser la grandeza de esta Señora y el bien de tenerla por Patrona" (Castillo interior, III, I ,3).

De esta espiritualidad mariana, que plasma interiormente las personas y les configura a Cristo, primogénito entre muchos hermanos, son un espléndido ejemplo los testimonios de santidad y de sabiduría de tantos Santos y Santas del Carmelo, todos ellos crecidos a la sombra y bajo la tutela de la Madre.

También yo llevo sobre mi corazón, desde hace tanto tiempo, el Escapulario del Carmen! Por el amor que nutro hacia la celeste Madre común, cuya protección experimento continuamente, auguro que este año mariano ayude a todos los religiosos y las religiosas del Carmelo y a los piadosos fieles que la veneran filialmente, para crecer en su amor e irradiar en el mundo la presencia de esta Mujer del silencio y de la oración, invocada como Madre de la misericordia, Madre de la esperanza y de la gracia.”

No podemos olvidar que todo el que viste el Santo Escapulario del Carmen, es Carmelita, que experimenta lo protección de la Virgen al imitar sus virtudes.

La devoción del escapulario

Entre los que visten el escapulario de la Virgen del Carmen, hay falsos devotos. Son los que viven meramente las apariencias exteriores, son supersticiosos, soberbios, presuntuosos, inconstantes, escandalosos…

La verdadera devoción a la Virgen Santísima por medio del santo escapulario, es: interior, tierna, santa, constante, desinteresada…

El santo Luís María Griñón de Monfort nos define la verdadera devoción: “Es perfecta aquella devoción que brota y florece en la mente y en el corazón con actos de veneración, amor, gratitud, confiada invocación e imitación; en una palabra, la que se resuelve en pleno y fiel servicio a la Virgen María”

El verdadero devoto de la Virgen, ha de poseer las siguientes cualidades: luchar contra el pecado, amar y defender a la Iglesia de sus perseguidores, y confiar en la intercesión poderosa de la Virgen del Carmen.

Un monje de Claraval, escribe: “Oh madre de misericordia: vos no tenéis horror de un pecador; por muy impío y corrompido que sea, no le despreciáis. Si acude a vos e implora vuestro socorro con corazón penitente, Vos le sacáis del abismo de la desesperación, levantáis su decaída esperanza, le consoláis, le fortificáis y no le abandonáis por muy miserable que sea hasta que no le habéis reconciliado…” Es una oración similar al acordaos de San Bernardo.

El verdadero devoto de la Virgen procura imitar sus virtudes: humildad, castidad, modestia, sencillez, oración… Viviendo así, puede confiar en las promesas del santo escapulario, sabiendo que a quien muere con él, la Virgen, en sus manos de Madre lo llevará al cielo, siendo fiel intercesora por las almas más allá de la muerte.

La Vida mariana nos lleva a Dios

En el Carmelo Descalzo, la segunda parte del número 54 de las Constituciones presenta la lógica continuidad de la experiencia mariana del Carmelo en Santa Teresa y en San Juan de la Cruz con estas palabras: "Santa Teresa y San Juan de la Cruz, han reafirmado y renovado la piedad mariana del Carmelo". Sigue a continuación una breve y jugosa síntesis del pensamiento mariano de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz, en la que se pone de manifiesto que el Escapulario ahonda sus raíces en la larga historia de la Orden, donde se representa el compromiso de seguir a Cristo como María, modelo perfecto de todos los discípulos de Cristo. Este compromiso tiene su origen lógico en el bautismo que nos transforma en hijos de Dios.

La Virgen nos enseña a vivir abiertos a Dios y a su voluntad, manifestada en los acontecimientos de la vida, a escuchar la voz de Dios en la Biblia y en la vida, poniendo después en práctica las exigencias de esta voz, a orar fielmente sintiendo a Dios presente en todos los acontecimientos a vivir cerca de nuestros hermanos y a ser caritativos con ellos en sus necesidades.

El Escapulario introduce en la fraternidad del Carmelo

Es esta fraternidad una gran comunidad de frailes y monjas, de religiosos y religiosas, de seglares que, nacidos en Tierra Santa, están presentes en la Iglesia desde hace más de ocho siglos.

Llevar el escapulario, compromete a vivir el ideal de intimidad con Dios del Carmelo, una amistad íntima con Él a través de la oración, teniendo delante el ejemplo de los santos del Carmelo con quienes se establece una relación familiar de hermanos, expresado en la fe en el encuentro con Dios en la vida eterna por la intercesión de la Virgen María y su protección.

No es el escapulario un objeto para una protección mágica o un amuleto, ni una garantía automática de salvación, ni una dispensa para no vivir las exigencias de la vida cristiana. Es un signo aprobado por la Santa Iglesia desde hace varios siglos, que representa nuestro compromiso de seguir a Jesucristo como María: abiertos a Dios y a su voluntad, guiados por la fe, por la esperanza y por la caridad, orando constantemente y descubriendo a Dios presente en todas las circunstancias. Es un signo que nos introduce en el Carmelo y que alimenta la esperanza del encuentro con Dios en la vida eterna bajo la protección de María Santísima. A ella que es la Reina y Hermosura del Carmelo, nos encomendamos.

P. Miguel Ángel de la Madre de Dios, ocd
L. D. Vque. M.